Camina buscando la sombra del porqué
con sus verdades pegadas al bolsillo
balancea los brazos espantando sucias quimeras
que nunca se acercan lo suficiente.
Por la acera, sin riesgos, toda suya
el paso uniforme uno dos
mira fijo a ningún sitio
cuando aparta corajudo intrusos no deseados
olores de montes cálidos
turbias espumas del sur.
Masculla voces siempre repetidas
se las traga
las digiere
las
vomita
las escupe
poniendo a dios por testigo
y a la patria por bandera
―quién se atreve a pisarlas.
Dónde vas, alfonso doce
dónde vas, triste de ti.
Vengo del árbol quemado
del ayer piedra y cincel
esculpido monolito que alarga el índice al cielo
revienta caprichosos recelos y
vende jingoísmo barato al precariado
con reclamos de involución.
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