Al
otro lado del hilo telefónico, la voz femenina de una encuestadora me pregunta:
“Si la extrema izquierda es un 1 y la extrema derecha es un 10, ¿dónde situaría
al Partido Popular?”. Mi respuesta, tras unos breves momentos de vacilación,
es: “Le pondría un notable alto, rallando el sobresaliente.”
Se trata de la pregunta imprescindible en cualquier encuesta de opinión
política, que plantea algo tan complejo como trasladar a una puntuación decimal
la apreciación personal de la ideología y la acción política de un partido, sin
especificar más, en un intento de simplificación máxima. Sin embargo, es el
modelo que funciona, esta vieja fórmula de representación lineal de la
izquierda y la derecha, como si de la recta numérica se tratara, sin poder
evitar, por otra parte, la correlación con el suspenso y el aprobado.
Izquierda y derecha. Ha llovido mucho desde que la Asamblea Nacional surgida de
la Revolución Francesa acuñó los términos ‘izquierda’ y ‘derecha’ para designar
a quienes ocupaban los escaños del semicírculo: los de la derecha del
Presidente, representantes de los tradicionalistas, monárquicos y defensores
del ancien régime, se enfrentaban a los que se sentaban a la izquierda de la
mesa presidencial, los progresistas, defensores de los nuevos valores en que se
asentaba su revolución: la libertad, la igualdad y la fraternidad. Otra
simplificación, sin duda, porque en aquella Asamblea, ni los unos ni los otros
respondían exactamente a la diferenciación anterior, o lo hacían con muchos
matices.
Pero esta vieja representación lineal y su significado político se han
mantenido prácticamente invariables y han servido para identificar a los
protagonistas de la confrontación política y a los planteamientos ideológicos
con los que transcurrido la historia de los últimos doscientos años,
posicionando, a lo largo de ese segmento, las diferentes opciones que han ido
surgiendo.
Hoy la cuestión se nos presenta más difícil. Se habla incluso de la necesidad
de establecer, a partir de dos ejes diferenciados, económico uno y social el
otro, un sistema bidimensional de localización. No en vano nos sorprenden
gobiernos y opciones políticas cuyos planteamientos en materia económica se
distancian ideológicamente de sus propuestas sociales y gobiernos cuyas
políticas económicas son muy parejas pero se enfrentan en sus políticas
sociales. Y también está el corsé de la globalización, de la crisis globalizada,
que obliga a determinados gobiernos a establecer propuestas económicas menos
acordes con sus posiciones para mantener los principios sociales que postula.
En todo este complicado panorama de identificación política, también es sabido
que siempre se le ha exigido mucha mayor coherencia a la izquierda que a la
derecha. Bueno es: con la izquierda se es mucho más exigente, mientras que a la
derecha se le permite jugar a todos los palos, siempre, eso sí, que los
intereses de los poderosos no se vean mermados.
¿A qué juega la derecha en nuestro país ejerciendo de oposición? ¿Cómo la
reconocemos en nuestra ciudad en su acción de gobierno?
Varias han sido las líneas estratégicas de oposición del Partido Popular: la
máxima rentabilización electoral de la crisis económica, el desgaste del
gobierno sin poner límites a su corresponsabilidad, la ocultación de sus
verdaderas propuestas políticas, tanto económicas como sociales, y la engañosa
defensa, si viene al caso, de los intereses de los colectivos sociales que ha despreciado
cuando ha ejercido el poder. ¿Cómo se entiende, si no, su actual interés por
los pensionistas, por los trabajadores desempleados, por el pueblo saharaui o
por cualquier causa, venga de donde venga, que sirva para debilitar al
gobierno? ¿Desde cuándo la derecha ha hecho suyas las causas de los débiles, de
los desfavorecidos, de los oprimidos?
En el gobierno de nuestra ciudad también la derecha juega algunos papeles
difíciles de reconocer. Los incrementos fiscales, por ejemplo, propios de la
izquierda como herramienta de redistribución, son utilizados abusivamente por
la derecha para compensar su pésima gestión. Sin embargo, aquí, a pesar de que
ocupa en el salón de plenos la parte izquierda de la sala, sus políticas
conservadoras y sus modos son muy palpables: privatización de servicios,
apuesta por el desarrollismo especulador, populismo cultural, clientelismo,
políticas sociales de subvención, proteccionismo de los intereses de los
poderosos, desafección de lo público…
Ahora van a volver otra vez los cantos de sirena con nuevas propuestas
electorales que tratarán de enmascarar sus verdaderas intenciones. Es,
simplemente, una y otra vez, el juego de la derecha.