lunes, 30 de abril de 2018

El sexo se hizo carne

Arañazos de consuelo gravitan circulares
con cada danza del vientre amurallado
desnudos los pechos
acartonadas las espaldas
cayendo en la rectificación tardía
del orgasmo impaciente.

Desarmonía en sazón
se pierde y busca sentimientos antiguos.
Es el desgarro repetido, sucio
                                   y concluyente
en casa ajena, desahuciados de la propia
sin más razón que la sinrazón
                                   atávica
                                   animal
                                   periférica
                                   del macho ninguneado
entre machos sin nombre
bestia de tres patas escondida en el fango cerebral
aúlla su debilidad con la boca llena
de espasmos tribales

Es la constatación
            de la debilidad ridícula ante
el racimo de uvas rojas ofrecido
                                   grano a grano
                                   sorbo a sorbo
en bocas de dentellada
y lenguas de alquitrán.

El sexo se hizo carne
y habita entre nosotros.

lunes, 9 de abril de 2018

El pasajero del último asiento

Dudo que la escena dé para un poema. Espero que al escribirlo me pueda desprender de su recuerdo, instalado en la raíz del único pelo que me queda en el parietal derecho:


El último asiento del autobús se queja
del pasajero recién sentado,
todo él masa y conciencia peso muerto
muelles aplastados, costuras tensas,
espacios invadidos.

Sin miramiento mira y miente
al vecindario y traslada su atención
al ticket manoseado entre índice y pulgar,
certificado de viajero que ya
se siente cadáver.
Dentro de nada dejará de vivir
del cuento representado.

Se levanta, el asiento asiente
y le hace saber que ha olvidado la máscara
para nada barata con la que interpreta
el papel de político honesto, transparente y veraz.

El bus sigue su marcha.

martes, 3 de abril de 2018

El lago verde

Crecen las imágenes en el lago verde
cuando se presenta sin maquillaje
con ropa de diario
la imposibilidad de seguir cantando
el bobo engaño repetido,
la certeza de incumplir la promesa solemne
firmada con pluma de ganso
ante los ojos perezosos de los zafios y golosos.

Imágenes oscuras de confesionarios vacíos
en templos sumergidos,
imágenes de montañas jamás escaladas
apuntando al cielo,
imágenes de caminos alfombrados
donde crecen cristales rotos, donde se derrama el vino,
imágenes de sombras, yo entre ellas,
que miran al sol a través de celofanes negros.

El lago siempre
el lago aquí.

Nadie es nada sin el lago
quieto por fuera,
espejo mudo de ángeles invisibles,
a la espera de las tentaciones del tedio de vivir
que llaman al agua cada tarde de domingo.