(Artículo
publicado en el diario Mediterráneo el 09-07-11)
¿Cuál es tu error, amigo Pep? ¿Cuál es tu error, el mío y el de algunos que
contigo hemos transitado por el partido? Creer que en él se puede hacer
política, por encima y al margen de intereses personales.
Hemos de concluir, tras lo vivido recientemente, que es prácticamente
imposible. En ocasiones parece que estemos en un circo donde los
trapisondistas, mercenarios y fulleros tienen el campo abonado y una clac
dispuesta ciegamente a aplaudirles por intereses familiares, de tribu. No hay
argumentos, no hay discurso ni comunicación. Es duro reconocerlo, pero es así,
o así lo percibo yo. La conjura del sábado contra ti, muchas veces más como
persona que como representante de una ejecutiva, así se me manifiesta. Era la
ocasión propicia para pasar (pasarte) todas las facturas, las tuyas y las
ajenas; las recientes y las antiguas. El resultado electoral y las
consecuencias posteriores era lo de menos; sólo la excusa para disponer el
espectáculo.
Porque, ¿se cuestionaba que Calles ya no fuera el portavoz o el candidato?
¿Podían hacerlo aquellos que lo han impugnado permanentemente? ¿Se dudaba de la
necesidad de no transigir en el chantaje de la “salida digna”? No. Se arremetía
contra una manera de hacerlo impropia de este partido: con criterios políticos
y sin pasteleo. No se te puede perdonar, entre otras cosas, que te hayas dejado
secuestrar por los que no tienen tu ADN.
¿Cómo se puede aludir a aquello de asumir responsabilidades por los pésimos
resultados electorales si la mayor parte de los que lo hacen no sólo no han
dado un segundo de su tiempo sino que se han dedicado a torpedear el trabajo de
los demás? ¿Cómo entender que personas que desde hace años no se acercan por el
partido se conciten en la función del sábado? ¿Cómo entender determinadas
ausencias? No voy a decir nombres, pero no me voy a olvidar de ninguno. Si
unos, con mejor o peor gracia, se encargaban de poner en escena la estrategia,
los otros quedaban al acecho para avalarla.
Tú lo dijiste muy claramente en tu discurso. Pero discurso forjado en el error
que aludía al principio: basado en razones políticas para un público que no
había venido a escucharlas. ¿Quién entró a rebatir los argumentos presentados
sobre la necesidad imperiosa de renovar el liderazgo del grupo municipal y a su
candidato? ¿Quién puso en entredicho las graves acusaciones de lo ocurrido en
la campaña cuyas consecuencias van a ser costosísimas? Incluso el propio
coordinador se negó a debatir sobre el asunto. No era, dijo alguien, un tema de
fondo, sino de formas y tiempos. El fondo era el derribo de la ejecutiva,
aprovechando la forma y el tiempo.
La forma, una asamblea de valoración de gestión sobre la que no había
obligación formal en celebrarla, pero que por coherencia política debía
producirse. El tiempo, igualmente, podría haberse dilatado, dejando que la
herida se fuera suturando con el calor del verano. Pero la coherencia política
aconsejó actuar sin demoras.
Acabada la función, hay que sacar conclusiones y actuar. Conclusiones que deben
extraerse tanto del resultado de la votación como del desarrollo de la
representación. Por mi parte, instalado en ese error de creer en la posibilidad
de la política, la conclusión es que esta ejecutiva, contigo a la cabeza,
dispone de fuerza para seguir adelante. Porque hay un proyecto coherente frente
a un modelo absurdo y caduco.
Si a la valoración de lo ocurrido en su transcurso nos atenemos, sólo cabe
decir lo que ya te anuncié: la dignidad personal, que es el bien político más
preciado, debe estar por encima de todo. Por esa dignidad mancillada pueden
cortarse algunos lazos, pero los que queden serán más fuertes.
Las actuaciones consecuentes a esta valoración las dejo a tu buen saber hacer.
Sé que intentarás, desde el error de la coherencia política, buscar lo mejor a
la situación que pasamos y reemprender la marcha. Y sé que en este proceso te
vas a volver a dejar jirones de tu bondad por el camino.
Sabes que siempre estaré a tu lado, por amistad y por ser cómplice en ese
error. Un abrazo muy fuerte.