martes, 25 de diciembre de 2012

LLEGO TARDE


LLEGO TARDE



Llego tarde.
A mi propia soledad, al hierro, al rumor suave.
A los reflejos metálicos de tu pelo negro.
                                          Tarde
para romper con tu aliento el aleteo del aire,
para intuir fatalmente el trueno del cielo.
                                         Tarde
para mirar al trasluz tu cálida esfera de jade.

No puedo: llego tarde.
Aunque con ciclópeo afán volara el vuelo del ave,
y sus etéreas plumas al oído me alentaran
seguiría sin poder tocar el velo del alba,
oler la esperanza vana que corona la semblanza,
sentir el empuje físico que arranca llamas de grana.

Llego tarde... y no pasa nada.

sábado, 1 de diciembre de 2012

por qué sigues puliendo hierros


Por qué sigues puliendo hierros,
por qué te empeñas en paréntesis infecundos,
tú, venuseadora de manos ensartadas
y vellos de cristal.

Complacías
inusitados brillos en amaneceres raudos,
diosa de algodón, codorniz silvestre, pértiga lazada.
Me hablaste desde tu profunda oquedad,
húmeda hojarasca,
y te seguí, ciego, bebiendo tu rastro, vapores pálidos,
olor a dulce canela, agüita fresca y verde limón,
lenguas desatadas,
un día de tibio sol y argentina zambra.

Te seguí hasta los curvos límites
sin poseer la llave del jardín incierto;
hasta donde habita el búho negro
complaciente en su mentira, y tú
me diste canela en rama, agüita fresca y verde limón.

Tu escandalosa presencia alejó a los advenedizos fatuos,
siempre agazapados, grises,
dispuestos a forzar las puertas atrancadas,
quedamos solos, tú y yo, desnudos,
en el estéril piélago de hinchadas olas
para deshacerme en la dolorosa trama.

Todo acabó. Y sigues aún puliendo hierros…