jueves, 20 de octubre de 2016

LA ÚLTIMA NOCHE

(A mi tío Vicente, mi querido padrino)

Apoyado contra el cristal el anciano
observa guijarros calizos de épocas lejanas.
Cómo duele permanecer siempre así
convertido en piedra de la noche,
cuando los blancos cabellos y la azulada tez
resuelven las huellas de la oscuridad temida.

Ya el ojo sólo ve guijarros
que se amontonan cada día más abundantes;
ya el oído sólo oye
el ruido del cuerpo acribillado.

Ahora el ojo pegado a la ventana de la vida
no ve más que cortinas negras y
el ruido por un momento ha cesado.

Es tiempo de corderos,
desgraciados corderos que aún siguen
pidiendo que sea la última noche.
La última.

                                               (Septiembre, 2016)

Retrato

Cubo vacío, vaciado al cubo,
encuadre de mejilla derecha en decúbito
prono, ángulo beta con sabor a alfa
que sostiene una cabeza largamente torpedeada.

El pelo negro ennegrecido betún en crema
se derrama sobre la cara alejada de alguna razón.

Vendrá más tarde, cuando abra los ojos.
Ahora buscan inútiles las pestañas de dos centímetros,
agujas contorsionadas en sugerencias vanas.

Abajo, tras el perfil perdido, un mosaico
recostado para aspirar diámetros, ascensores


húmedos hacia la sección semicircular.

Y más abajo, en el subsuelo, a, b, c y d,
en trayectorias descompuestas de vectores ceñidos
a la función de tragar.

No se aprecian las orejas. 

                                                                
                                                            (septiembre, 2016)



Mona-Risa imposible

Definitivamente, no puedo.
Ni de mí mismo
la boca llena de sucia tierra
cierto hervor de párpado viejo
fisgoneando el cuerpo girado de hombre o mujer
hendiduras y apéndices de riguroso luto.

No puedo.

Ni del salvaje hueco de la soledad habitada
panteones de miradas abúlicas
tumbas-colmena de zánganos sin nombre.

Ni de los dioses barrigones
diógenes esculpidos con podrida basura
cristos cartón piedra de mirada oblicua.

Ni de la estupidez plasmática
de las cuatro y diez
fantasías en polvo blanqueado y sangre caducada.

Ni de las ninfas de botas abrochadas
y culos de nieve
que ofrecen flores secas y ojos de cristal
en cada esquina de los vía crucis urbanos.

Imposible:
Lo intento, créeme, pero se queda
                                               en mueca
                                               vómito
                                               huida
                                               temblor
                                               tristeza infinita.

No es país para la mona risa.

(agosto, 2016)

Cuatro a uno

Los cuatro garfios de mi mano
se estiran, se afanan y llegan a arañar
los falsos muros cambiantes
cal, lodo y frases espray de perros de presa
narices rotas, moco incluido.

Señalan y dibujan cielos de huevo y miel
trocitos de arrullos balanceados
canciones cuna del lobo que viene
con puntas de lluvia ácida
palabras isla de boca llena.

Acusan al quinto pulgar enfrentado
pivotando el silencio hacia húmedos monumentos
con sus cabezas recién peinadas que retornan
siempre retornan, invocando su verdad
impoluta, incuestionable, satisfecha.

Cuatro a uno. Multitud y soledad.

Basta cerrar el puño para alejarme
por campos imaginados, deslizarme
por las oscuras preguntas, gatear
por los techos invertidos, yacer
en los infiernos de luz.



 (septiembre, 2016)