domingo, 25 de agosto de 2019

No hay dignidad sin memoria


[En recuerdo de los fusilados en Villarquemado (Teruel)
en el verano de 1936]

Olvido es la muerte misma, un polvoriento desierto
doloroso es el callar, soterrar sueños de vida.
Sólo los muertos desdeñan el recuerdo de los muertos,
no hay canto que se silencie si el silencio no calla, grita.

En el mutismo vivieron, tantos años de abandono
para esconder la infamia del cruel asesinato,
para enterrar a los vivos, para cerrarles los labios,
para que nadie supiera la indignidad de sus actos.

No hubo causa ni razón para el crimen sanguinario
en camiones escondidos de sus casas los sacaron
sintieron rondar las balas, ni los ojos les taparon
ya no volvieron a ver su pueblo, Villarquemado.


Sangre vencida sin tumba, alientos en sementera

en los trigales quedaron sus cuerpos, su juventud
padres, madres, hermanos, luchadores de esta tierra
por la libertad, sus ideas, la pasión como actitud.

No fueron cincuenta y dos, ni de ellos doce mujeres;
no fue Nicolás, ni Cruzado, contra las tapias cosidos.
Se masacró a todo un pueblo, desde el Jiloca a Teruel,
alcaldes, sindicalistas, labriegos, ferroviarios.

Su recuerdo tiende puentes para seguir el sendero,
de aquella sangre inocente germinaron mil semillas.
Si somos libres ahora mucho a ellos les debemos,
espigas mirando al cielo, que no hincan las rodillas.

Quiero la paz desplegando banderas de la memoria
que la verdad toque el fondo de la ira tenebrosa,
seguir reclamando un mundo donde la luz de la historia
nos llene de dignidad, la que siempre mantuvieron
tantas personas amadas que en el recuerdo tenemos
y en algún lugar reposan.