A
PILAR
plantada en la puerta.
Te presentas maquillada, insolente,
te instalas sin hacer apenas ruido,
mezclada con el ácido olor
de la asepsia y el protocolo.
—¿Quién
te ha llamado?
Aún no es la hora de la no viday ya estás reclamando, impúdica, tu débito.
—¡Desgraciada!
¡Malparida!
¡Ay!, disculpa mi falta de urbanidad,aunque tú tampoco te andas con remilgos.
No te me enfades.
Espera, acorta el paso, tienta la noche
y si has de dar fin a tu trabajo
hunde el hierro cuando duerma,
como un mal sueño,
irreal, absurdo, desproporcionado,
para despertar al otro lado del horizonte.