La
última vez que estuve con Olga Raro, en un encuentro casual en Segorbe,
hablamos de la necesidad que percibíamos de que nuestra ciudad pasara página a
tantos años de un gobierno municipal que, con el tiempo, había perdido pulso,
adolecía de falta de empuje para afrontar nuevos retos y de conexión con la
gente. Se le veía acomodado, sin ese punto reivindicativo que tanto ha
necesitado nuestra ciudad, y se había escorado cada vez más hacia esos modos de
ejercer el poder tan propios de la derecha valenciana.
Echamos la vista atrás, repasamos lo que había ocurrido en los últimos años,
para bien y para no tan bien, los cambios urbanos, en los servicios, en las
infraestructuras, en las nuevas formas de convivencia, y coincidimos en una
misma idea: Segorbe había culminado una etapa, se cerraba un ciclo y debía
prepararse para un nuevo periodo; y eso que entonces, en aquel encuentro, la
crisis se veía lejana y sus graves consecuencias estaban por llegar.
Y recuerdo también que hablamos de la necesidad de ilusionar a la sociedad
segorbina con nuevos líderes, con nuevos mensajes, con nuevos modos de
gobernar. En Segorbe era más necesario que en otras ciudades, si cabe, un
proyecto capaz de trascender los reductos de partido para, desde una
perspectiva progresista, implicar a los colectivos sociales y las personas en
un proyecto colectivo de ciudad. Aire fresco para un ambiente demasiado brumoso
y hasta viciado.
Hace tan solo unas semanas asistí al aniversario del fallecimiento de Olga, y
nuevamente acudieron con otros muchos, de amigos, de compañeros, de toda una
vida, estos recuerdos que relato. Parece que a los que estamos entrados en años
son los recuerdos lo que nos llena la existencia, siempre mirando atrás.
Sin embargo, en ese mismo acto cuajado de memoria y de pasado se me alumbró con
nitidez esa aspiración de futuro que compartí con Olga. Allí, a caballo entre
el sentido relato de Tomás Polo y la fortaleza ética de Francesc Colomer, se
nos presentó el mejor de los homenajes que podíamos darle a nuestra querida
alcaldesa y, por ende, a la sociedad segorbina: liderado por Miguel Ángel
Guillén, nos anunció un proyecto sólido, lleno de fuerza y juventud para
gobernar el municipio. Un proyecto progresista y renovado abierto a la
sociedad, con un equipo de personas de gran valía profesional de diferentes
sectores e implicados en una idea común: dar un nuevo impulso a la ciudad.
Junto a Miguel Ángel, algún compañero desde hace muchos años pero, sobre todo,
rostros nuevos de jóvenes con todo el futuro por delante.
Quizá muchas personas de Segorbe conocen a Miguel Ángel por su participación
activa en las Entradas de Toros y Caballos, pues es caballista habitual de esta
inigualable fiesta desde hace bastantes años. Es ésta su particular forma de
implicarse en la fiesta, en su afición a los toros en su dimensión más noble:
ser protagonista de la unión de tres elementos cuyo resultado es la belleza de
los encierros: pericia, plasticidad y riesgo.
Sin embargo, su actividad profesional, como profesor de Derecho Público de la
UJI, es menos conocida, y menos aún su experiencia en la gestión pública como
técnico superior de la Generalitat. Dos facetas de su vida que le permiten
afrontar los compromisos individuales y colectivos con un inestimable soporte
argumental, en el que el respeto a la ley y el valor de la justicia son siempre
puntos de referencia. En estos tiempos en los que la gestión de los intereses
públicos deja tanto que desear en tantos ayuntamientos y en la Generalitat; en
los que el respeto a la legalidad ha dejado paso en tantas ocasiones al
clientelismo, al subterfugio, cuando no al trapicheo y a las corruptelas, son
cualidades ineludibles para quien quiere hacer de la regeneración de la ética
política su bandera.
La faceta de su compromiso político es la que más conozco, desde sus inicios en
el grupo de jóvenes socialistas allá por los años ochenta. Últimamente, hemos
compartido un proyecto común en la ciudad de Castellón, desde el diálogo y el
consenso, para abordar estos tiempos tumultuosos con coherencia y sensatez. Ha
sido uno de los pivotes de referencia, junto a su mujer, Amparo Marco, a la que
también admiro.
Pocas veces pueden concitarse en una persona con vocación pública
características tan valiosas: juventud, formación académica, experiencia en la
gestión pública, trayectoria política, compromiso ético y social… y una fuerte
dosis de optimismo y de vivir lo mejor que ofrece la vida. Estas son las claves
de este segorbino y de su equipo para dar a su ciudad, que es la mía, un nuevo
impulso.