Los
espejos de la desnuda noche bañan mis ojos
plegados
a la rutina distante del reloj
mansos
párpados cansados de navegar
por
claroscuros caducados de mí mismo.
Se
adueña de mis manos estremecidas
manos
acurrucadas sin apenas fuerza para pellizcar
tantos
jirones de inquietud
tiritantes
suspiros regalando adioses.
Aturde
mis oídos encofrados
entumecidos
por todas esas palabras ahogadas
en
mares de violencias
entre
náufragos silencios clamando vida
voces
perdidas echadas a volar
desde
altos campanarios.
Viene
la noche rasgando visillos de miel
sin
prisas envuelta en sombras
ahuyentando
miedos
encubriendo
quimeras
vagando
por mi perfil acomodado
en
el umbral ceniciento de una hoguera apagada
y
solo encuentra el aliento ingrato
de
alguien que busca titubeante
un instante de luz.