La
hiriente soledad de cuerpos extrañados
deambula
a ráfagas por la noche azul
de
hielos y puñales.
Silencio
y huida. De trecho en trecho,
la
macilenta luz de las farolas alumbra
el
pequeño ejército de insectos enloquecidos.
Nadie
busca a nadie, todo ha quedado
definitivamente
interrumpido.
El
filtro de la emoción superada ha empequeñecido
la
silueta del galán, único superviviente.
Transpira
el ácido olor a pasados devaneos,
asépticos
perfumes, cuando la cita segura auguraba
otros
horizontes, rectángulos de amor,
juegos
de rostros en espejos olvidados.
…
Diez… once… doce…
…
En
la penumbra del portal acechado
una
breve ilusión aletea por fin los sentidos demasiado aletargados.
¡Ay,
Diego! Vana ilusión.
¿No
ves que tu oportunidad murió
el último
cumpleaños?
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