No estaba yo por la labor de meterme con nuestra vicealcaldesa Marta Gallén. No atraviesa sus momentos más dulces y, a pesar de su pertinaz aparición con articulitos en la prensa local, sus capacidades discursivas continúan estando en entredicho. No es agradable zarandear el árbol que se tambalea.
Pero uno de los últimos que ha ‘firmado’,
publicado coincidiendo con el final de las pasadas fiestas de su distrito, el
grauero, me lo ha puesto tan en bandeja que no puedo resistir la tentación de
dar una escueta réplica. Un artículo que, en su línea, practica el autobombo
diciendo lo bien que lo hacen sus compañeros del ayuntamiento y lo bien que
están preparando la ciudad para el futuro…, aunque sea incierto y lejano. Todo, a resultas de la inclusión de
Castellón en la RECI, la ‘Red de Ciudades Inteligentes’. ¿Y cuáles son los
hitos que presenta como avales de esta nueva dimensión ciudadana, en la que,
aunque sea virtualmente, con mucha imaginación y con grandes dosis de
demagogia, se están sentando las bases del futuro? Nada menos ─y nada más─ que
dos: el proyecto de Renault Twizzy, un coche eléctrico que algunos pudieron ver
una mañana de martes dando unas vueltas por la plaza Mayor para que pudieran
sacarse unas fotos y, cómo no, el proyecto estrella del programa popular: el
TRAM.
¿Para qué decir más? El TRAM, ya
considerado por muchos como el proyecto que, junto con el aeropuerto de Fabra,
es el símbolo del sinsentido y del despilfarro del dinero público para enriquecer
bolsillos privados. El TRAM, que ni será ecológico ni inteligente y que, a
pesar de su ingente costo, no dará solución al transporte público urbano. Eso
sí, con una inversión multimillonaria habrá adecentado un centro de la ciudad
por fin peatonalizado.
La concejala se ha dejado en el
tintero otros proyectos del paquete modernizador e inteligente, entre ellos la
inquietante silueta poliédrica del entramado de 1.100 metros cuadrados que
duerme el sueño de los justos en la Ciudad del Transporte, creado como elemento
de promoción para un vivero de empresas del CEEI Castellón (Centro Europeo de
Empresas Innovadoras), del sector energético principalmente. Los 500 puestos de
trabajo pregonados continúan siendo mera especulación y las empresas punteras
locales le han dado la espalda. Mucho nombre, mucha sigla, mucho gasto de
mantenimiento, pero vacío.
Tampoco se ha atrevido a mentar el fracaso del señor alcalde al anunciar que el CDT del Grao albergaría la cumbre anual de la RECI y que, finalmente y sin explicación alguna, se largó al otro extremo de la península, a Cáceres concretamente. Eso sí, inauguró la reunión de la red europea ClimateKic que se celebró en el CIES, en la que tuvo ocasión de defender el liderazgo en sostenibilidad con el TRAM (siempre el TRAM, aunque nuevamente lo hayan puesto en vereda los tribunales) y el BiciCas como iniciativas sostenibles. Aseguró sin rubor que con ambos proyectos “Castellón lidera los proyectos de eficiencia energética y cambio climático a nivel europeo”. Casi nada.
¿Más proyectos puestos en marcha
por la modernización y la eficiencia? La mejora del alumbrado público y la
reducción del consumo. Se hablaba de la sustitución progresiva por lámparas de
tipo ‘led’, de bajo consumo, pero lo único que hemos visto hasta ahora es el
apagado de farolas a partir de cierta hora de la noche. Por supuesto, los
barrios periféricos son los más afectados y se realiza de forma tan irracional
que sólo cabe preguntarse por el sobrecosto que ha ocasionado su
dimensionamiento inicial. Porque, si es legal y adecuado el alumbrado que queda
tras el apagón selectivo, ¿para qué colocar tantas farolas?
En definitiva, mediocridad y
demagogia a raudales. Sin duda Castellón, por su estratégica ubicación, sus
dimensiones, su estructura productiva y su potencial universitario, tiene
muchas posibilidades de engancharse con fuerza al futuro tecnológico y
sostenible. Pero hace falta algo más de lo que alardea nuestra concejala, sobran
tantas palabras huecas.
Hace falta un proyecto mucho más ambicioso, integral, que abarque el conjunto de políticas públicas, de movilidad, medioambientales, culturales…, en el que el plan urbanístico es piedra angular, no puede quedar al margen. Hace falta debate y participación. Y hace falta liderazgo. Carencia que ha quedado demostrada en el transcurso del último debate sobre el estado de la ciudad, más bien centrado en el estado del señor Bataller, el alcalde, y sus posibles implicaciones en el generalizado estado de corrupción política que asola nuestro país.
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