Si me
permiten un símil futbolero, cuando el equipo local es más torpón, pero va
ganando por la mínima, bien por un golpe de suerte o por un favor arbitral, la
estrategia más eficaz es la de sustituir el juego por la bulla, dejar que el
tiempo pase rompiendo el partido y evitar que el contrario, más hábil con el
balón, pueda manejarlo. Es una práctica que estamos cansados de ver, en todos
los campos y en todas las categorías. La parroquia, mientras tanto, a jalear
cualquier encontronazo, a presionar al árbitro y a sus ayudantes y a insultar a
los jugadores del equipo visitante.
En el terreno del juego político de la Diputación Provincial está sucediendo
algo similar a lo relatado anteriormente. El equipo del Partido Popular, con su
capitán al frente, su presidente, ganó por la mínima en las anteriores
elecciones, gracias entre otras circunstancias a unas ayudas no reglamentarias
que los árbitros del proceso –las juntas electorales y los controladores de los
censos– no supieron o no pudieron impedir. Es un equipo al que no le están
saliendo las cosas, que gestiona muy mal la mínima ventaja que le da la responsabilidad
de gobernar. Un equipo al que se le desajustan las cuentas, que se mueve por
una inercia de lustros, que no avanza en los proyectos y que tiene serios
problemas de dirección de juego, con un vestuario al que le crecen los enanos.
Por contra, el grupo socialista de la oposición tiene mejores individualidades
y un liderazgo que no se sustenta, como en el otro equipo, en la coacción o la
sumisión personal, sino en los proyectos, la ética y las ideas políticas. Y,
por supuesto, con mucha más habilidad para argumentar y debatir las diferentes
propuestas.
Juega, además, como visitante, pues es el equipo local del PP quien juega en
casa, en ‘su’ casa, con su público, sus asesores y sus medios de comunicación.
No es de extrañar, pues, que la estrategia del PP en este partido sea, a falta
de gestión – ni siquiera mala gestión – la de enmarranar el juego político,
controlar los tiempos y las palabras, descalificar a los contrarios y arremeter
contra los jueces, cuando sus decisiones no les benefician. Así lo hemos visto
pleno tras pleno: ante cualquier intento de debate de propuestas, una
balbuceante y torpe réplica y la aplicación del rodillo; si de introducir
racionalidad y limpieza democrática se trata, la anulación personal y el
insulto como única arma.
¿Cómo responden ante este remedo de juego político los espectadores? Las
aficiones respectivas reaccionan con apasionamiento ante los diferentes lances
del triste partido; pero la mayoría, tanto los que otorgan a la dialéctica
política una alta consideración como los que le dan la espalda –que son
auténtica mayoría-, no les llega más que un empobrecido espectáculo de
rifirrafes. Y como el mayor objetivo del PP es contentar a su afición y
enajenar al resto, el partido lo tiene de cara… de momento.
No estaba bastante trabado el juego político que ha saltado al campo un
espontáneo, ‘el follonero’ y su desternillante programa. Bien es cierto que la
sátira siempre ha ido de la mano de la política, y sólo los estrechos de miras,
los caducos y los bajitos intelectuales consideran un oprobio mezclar ambos
ingredientes. No sólo en la política, que es una faceta más de la vida, sino en
cualquier otra manifestación del desarrollo personal la risa es – ya lo decía
Aristóteles en su Poética- un ejercicio valioso que nos permite deformar el
hosco rostro de la verdad para no convertirnos en esclavos de nuestros propios
fantasmas. Y la verdad de la política que se viene haciendo desde el Palacio de
Las Aulas es bastante desabrida, y algunos de sus protagonistas, dignos de una
novela por entregas.
Pero no nos engañemos. Este inteligente espontáneo monta su esperpento con el
lícito fin de entretener a su audiencia televisiva, que no es poca cosa. Sin
embargo, desde la perspectiva de la estrategia política de la confrontación
local, no es sino un estorbo más en el desarrollo del juego sucio al que se ha
aplicado insistentemente el equipo local del Partido Popular. Son los que
resultan realmente beneficiados.
Publicado en el diario 'Levante de Castellón' el 07-01-11
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