Bailo el instante de la indulgencia colectiva
la música agitada con lenguas de
perfil
acordes volando la incredulidad
perdonada.
Mis guardianes duermen
cuando la acústica de la noche
espanta la mentira repetida
cuando el ojo trabaja y el suspiro
busca el cobijo de la tristeza
rampante
ya agotada.
Y yo, harto de presencia, me atasco
en el muro de mis zapatos
mientras lavo con hidrogel
el lenguaje de los vampiros.
Sigue la danza espectáculo
con el ruido de huesos bamboleantes
bajo el cielo mudable de primeros
tiempos
recuerdo de aquel verano fugaz
estremecido por alas enredadas.
No queda nadie, no quedo yo
las palabras se dejan suprimir
y la nostalgia de lo eterno
señala el fango con la punta del
dedo divino.
Necesito encontrarme.
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