No sé por qué el día de
levantó de la silla
a la incierta y escocida
hora
de hincar el pulso en la
aguja sin perdón.
No sé siquiera si hubo un
sábado de gloria
litúrgico y benevolente,
acaso tembloroso,
ni si el velo secular se
armó espléndido
para ocultar la cuestión
primera, vertical,
redimiendo por anticipado
la culpa, el golpe, la inacción.
Tampoco sé por qué es hoy
un día triste
cuajado se semillas
quebradizas
que nunca se sembrarán en
gleba acogedora
ni en humedales sin rencor.
Y no sé si quiero saber
ni si soy en este lugar en
blanco y negro,
de cierres y abandonos,
o si no soy sabiendo sin
querer
lo que
supe desde siempre.
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