sábado, 1 de diciembre de 2012

por qué sigues puliendo hierros


Por qué sigues puliendo hierros,
por qué te empeñas en paréntesis infecundos,
tú, venuseadora de manos ensartadas
y vellos de cristal.

Complacías
inusitados brillos en amaneceres raudos,
diosa de algodón, codorniz silvestre, pértiga lazada.
Me hablaste desde tu profunda oquedad,
húmeda hojarasca,
y te seguí, ciego, bebiendo tu rastro, vapores pálidos,
olor a dulce canela, agüita fresca y verde limón,
lenguas desatadas,
un día de tibio sol y argentina zambra.

Te seguí hasta los curvos límites
sin poseer la llave del jardín incierto;
hasta donde habita el búho negro
complaciente en su mentira, y tú
me diste canela en rama, agüita fresca y verde limón.

Tu escandalosa presencia alejó a los advenedizos fatuos,
siempre agazapados, grises,
dispuestos a forzar las puertas atrancadas,
quedamos solos, tú y yo, desnudos,
en el estéril piélago de hinchadas olas
para deshacerme en la dolorosa trama.

Todo acabó. Y sigues aún puliendo hierros…

No hay comentarios:

Publicar un comentario