Discurso
elaborado por Pedro Gómez, con retazos de aquí y de allá, en representación de
los 11 docentes del Instituto Francisco Ribalta que se jubilan este curso, y
leído por Ángel Oter en la comida homenaje celebrada el día 8 de junio.
DISCURSO DE JUBILACIÓN. JUNIO DE 2011
Compañeras, compañeros, estimadas amigas y amigos:
Os hablo en nombre y representación de todos los que aquí, a mi lado,
arropándome al leeros estas breves líneas, en pocos días acabaremos nuestra
vida laboral: de Amalia, de Amparo, de Carmen, de Elvira, de Isabel, de Magda,
de Maribel, de Mónica, de Pedro, de Teresa… y en el mío propio. Hemos preferido
que sean estas palabras una sencilla manifestación coral de nuestros
sentimientos, renunciando a que este acto se convierta en un remedo de concurso
de monólogos.
Vaya por delante, sin más, nuestro agradecimiento por compartir este momento,
por acompañarnos en este día.
Cada final de curso tiene para los que nos dedicamos a la docencia algo
especial; no en balde algunos jalonamos nuestras vidas con este curioso
calendario que termina en junio. Pero para los que en breve vamos a ‘pasar a
mejor vida’ – en el literal sentido de la palabra -, este final de curso nos es
verdaderamente excepcional: nos jubilamos, y lo hacemos, además,
voluntariamente. Algo que nos añade un plus de emoción al acontecimiento.
A todos nosotros, a unos más, a otros menos, este truncamiento radical de la
vida profesional nos provoca un cúmulo de emociones y sentimientos asociados a
dos maneras de afrontarlo: desde el echar la vista atrás, mirando por el
retrovisor, hasta ponernos de puntillas para otear lo que nos acecha.
Unos ponemos el acento en ver este hito como la culminación de un largo
periodo, cuyos inicios se remontan tanto que se mezclan con las vivencias de
juventud. Y entonces no podemos dejar de sucumbir a la tentación de hacer
balance, personal y colectivo, de nuestro largo recorrido.
Para los que, como nosotros, llevamos tantos años de brega, no es tarea fácil:
¿cómo resumir, como evaluar, profesionalmente hablando, tal experiencia? Si nos
atenemos a cantidades, las cifras abruman: hemos intentado enseñar; también,
cómo no, educar, a no menos de 4.000 alumnos y alumnas. ¿En qué grado lo
habremos conseguido? Hemos compartido esta tarea con cientos de personas, cada
cual con su particular forma de entender y practicar la profesión, y hemos
participado en proyectos colectivos de variada índole. ¿Cómo valorar justamente
su innegable impronta?
El repaso cualitativo del bagaje nos ofrece un elocuente tránsito. Algunos nos
podemos remontar a tiempos de finales del franquismo, y así, la experiencia es
más multicolor. Pocos docentes de nuestro entorno europeo nos pueden hacer
sombra: hemos batallado con la ley general del 70, con la lode, la logse y la
loe, y hemos tenido que ir adaptándonos a sus innumerables cambios. Una
tonelada de papel de diario oficial ha guiado nuestro quehacer y nos han
dirigido – es un decir – desde el centro y desde la periferia: todo un lujo.
¿Alguien es capaz de concluir algo inteligible?
Una etapa que termina… o un ilusionante periodo que comienza. Nada menos que,
si nos atenemos a las estadísticas, no menos de 25 años ¡un cuarto de siglo!
sin sujeción de horarios, sin apreturas, con nuevas rutinas, quehaceres… Una
etapa de mayor libertad, para dedicarnos a la construcción de un nuevo proyecto
personal, a profundizar aspectos que el trabajo cotidiano impidió realizar con
la intensidad deseada. Quien más, quien menos, tenemos muchos pitos que tocar y
no nos van a faltar compromisos para llenar el vacío que la falta de trabajo
docente va a suponer después del verano. No nos inquieta, a pesar de la
incertidumbre. No os preocupéis: no vamos a caer en la trampa del miedo a la
libertad, a lo desconocido.
Y cuando al próximo curso alguno de nosotros volvamos a visitaros y nos
preguntéis: ¿qué tal, cómo estás?, responderemos sin afectación: “vivo
jubilosamente”. Aunque creemos que no podremos dejar de sentir algo de
nostalgia por vuestra vida profesional, recordándola con cariño, no nos
anclaremos en el pasado. Nuestro es el presente, y lo viviremos con intensidad.
Vosotros seguiréis en la brecha, por el tiempo estipulado. No son buenos
tiempos, ya lo sabéis, y no se atisban mejorías. Nos atrevemos a daros, como si
ya estuviéramos viendo los toros desde la barrera, un consejo: cada cual debe
ser capaz de encontrar en la tarea de cada día, de cada momento, el resquicio
suficiente para estar satisfecho de su trabajo, sin falsas modestias. Es la
mejor manera de navegar en este proceloso mar. Y así, cuando en el próximo
curso volvamos y os preguntemos: ¿qué tal, cómo estás?, podáis responder sin
afectación: “mejor de lo que imaginas”.
Termino. Muchas emociones, reflexiones y sentimientos que compartir con todos
vosotros. Sabemos que siempre tendremos en el Ribalta un punto de encuentro.
Sabed que tenéis en cada uno de vosotros un trocito de nuestro cariño. Gracias,
y hasta siempre.
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