La
semana pasada hemos recibido el enésimo insulto de una concejala del PP, la
señora Amorós, que los suelta a menudo y con facilidad, no sé si por su
carácter un tanto agrio, porque ya es un hábito adquirido o porque su despensa
de recursos dialécticos no le da más de sí. Y digo ‘hemos’ porque nos
solidarizamos con la receptora de tales epítetos, la concejala socialista Inma
Enguídanos, con motivo de haber criticado su gestión a causa de la situación
deplorable de un piso gratuito del Ayuntamiento para una familia con serios
problemas sociales.
No vamos a entrar al trapo de esta histeria de descalificaciones e
increpaciones. Estamos hartos, igual que lo está una buena parte de nuestra
sociedad, hastiada de que el rifirrafe político se parezca más a un programa
basura de tele-realidad. No nos ofende tampoco que la tilde, en su torrente de
invectivas, de ‘ignorante’, a ella que posee una titulación superior por
partida doble y que ha superado un concurso público para ser contratada, cosa
que esta concejala popular no tiene en su haber ni creemos podría acometer,
pues todos sabemos cuáles son sus méritos para ostentar la plaza que ocupa.
Estamos por el debate, por la confrontación de modelos y proyectos y el
análisis de cómo se llevan a cabo para mejorar su gestión.
Si hablamos de modelos sociales, hemos de contraponer el suyo, basado en la
subvención graciosa del que reparte los recursos, con otro sustentado en el
ejercicio de derechos de justicia social y en la discriminación positiva hacia
los más necesitados. Un modelo éste basado en la transparencia, en la
aplicación rigurosa de la ley y en la participación efectiva de los colectivos
afectados, frente a ese otro, el primero, cuya consecuencia inmediata suele ser
el clientelismo y la exigencia de contraprestación.
Si nos atenemos a proyectos, podemos hablar del nuestro, que bajo el epígrafe
“Un Castellón Solidario” desgrama más de ciento cincuenta propuestas para hacer
efectivas las políticas de atención a la dependencia y a la promoción y la
integración social de colectivos y personas con déficits. Un proyecto integral
diseñado como un Plan cuatrienal para la solidaridad y la convivencia, que
comienza por la elaboración de un riguroso mapa de necesidades que permita
establecer metas y medidas prioritarias, determinar los recursos y detallar un
sistema de indicadores para evaluar programas. Un proyecto para dar continuidad
y concretar en la ciudad las políticas sociales de todas las instancias y
administraciones, sin exclusión, desde la Unión Europea, el Gobierno Central y
la Generalitat.
El de la Señora Amorós, después de tantos años de ejercicio de sus responsabilidades
públicas, ni se le conoce ni, probablemente, existe. Si acaso, podría hablarse
de una táctica que tiene tres objetivos: evitar que los problemas ciudadanos
saquen a la luz el verdadero rostro que se esconde tras la tierna sonrisa de la
caridad, el seguidismo de la política de dilación e inacción de la Generalitat
y el continuo ataque al gobierno de Madrid a cuenta de lo que sea.
En cuanto a la gestión, no nos detendremos malévolamente en las personas
dependientes de nuestra ciudad que han fallecido antes de recibir las ayudas
solicitadas. Solamente nos atenemos a la denuncia de la concejala socialista,
de ese piso que, no por ser gratuito, como los que tienen un alquiler mínimo,
no deben disponer de los más básicos servicios (por no tener ni desagüe en la
cocina) y que después de tantas y tantas súplicas está en una situación
calamitosa. No debe entender la concejala que la miseria genera miseria, que es
la aliada perfecta de la marginación.
Y de todo ello, modelos, proyectos y formas de gestionar, nos quedamos con lo
verdaderamente importante: resolver eficazmente los problemas de las personas.
Los insultos, por supuesto, los dejamos para otros.
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