martes, 24 de marzo de 2009

CUESTIÓN DE DIGNIDAD

Sé que es un error de bulto entrar al trapo de la polémica sobre la campaña que los obispos han lanzado en contra de la modificación de la actual ley que norma el derecho al aborto para ajustarla a las regulaciones que se aplican en la inmensa mayoría de los países europeos, siguiendo los principios auspiciados por el Consejo de Europa.

Sé que es un error que contribuye únicamente a exaltar los ánimos en quienes no admiten reflexiones racionales, pues sus premisas se apoyan en actos de fe. La campaña no se presenta para abrir un debate, sino para exacerbar a una población católica que, no sé si también por efecto de la crisis, estaba un poco adormilada.

El momento es propicio: tiempo de primavera, tiempo de pasión y procesiones, con la declaración de la renta a la vuelta de la esquina. Y después del varapalo de la educación para la ciudadanía, éste es un buen filón.

No quiere ello decir que los que no se mueven por exaltaciones fundamentalistas no tengan razones de fondo para mejorar y adaptar la ley vigente, después de más de 20 años de aplicación. Razones de fondo y argumentos contra la forma en que ha presentado esta campaña.

Por no extendernos en las primeras, vamos con una que puede ilustrar una gran incoherencia formal: la imagen que presenta. Si se exige la protección de los cigotos aduciendo que ya tienen dignidad, ¿no tendrá mucha más un niño de algunos meses gateando? ¿Dónde queda la dignidad del que aparece en la foto publicitaria? ¿Qué dicen al respecto sus padres?

Es indudable que el concepto de dignidad humana, tan revestido de connotaciones afectivas, es sumamente impreciso y forma parte del discurso irracional. Pero, con todo, creo que hubiera sido más coherente difuminar la cara del niño gateador o sustituirla (con perdón) por la de Martínez Camino.

Mi padre, muy laico él, me decía que las cuestiones del fervor religioso hay que dejarlas secar poco a poco, pues, como las heridas mal cicatrizadas, cuanto más las rascas más te pican. Pero, una vez más, no he seguido su consejo.

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