Algunas reflexiones sobre la acción política en la
Agrupación Local de Castellón del PSPV-PSOE
Una de las ideas que han cobrado más fuerza hasta el hecho de convertirse en
eje del discurso programático del congreso Federal del PSOE es la necesidad de
vertebrar la acción política del Partido desde el municipalismo, modernizando y
adaptando nuestro discurso a las nuevas necesidades de los ciudadanos de los
barrios y los núcleos urbanos de las ciudades grandes y medianas, sobre todo
aquéllas en las que la derecha se ha consolidado en el poder municipal y con
él, ha acrisolado un modelo de actuación neoconservador, ultraliberal y
populista, instalado en una eticidad lamentable, que ha menoscabado la calidad
de los servicios públicos, que ha generado o permitido modelos de ciudad al
servicio de intereses opacos y que ha cercenado la capacidad de los ciudadanos
en la participación democrática en los asuntos públicos.
Desde el poder municipal, se ha ocupado muy mucho de establecer redes de
intereses y mimar y ampliar su base de influencia, lo que le ha permitido
obtener buenos resultados electorales y perpetuarse en el poder. Y, mientras
tanto, el Partido Socialista ha ido sufriendo, desde la oposición, un contínuo
proceso de desvinculación con la sociedad y no ha podido – o sabido – recuperar
la conexión social que nos permitan dar el vuelco electoral. Aunque el proceso
ha tenido sus altibajos, ha habido momentos que hasta parecía que el estar
instalado en la oposición era un cómodo status para ciertas burocracias
orgánicas.
Los elementos que condicionan la imagen que la ciudadanía percibe de una opción
política, según los manuales, son tres:
La definición y calidad de su líder
La coherencia y valía de los programas y propuestas políticas que presenta, y
El modo que esta opción política en su conjunto tiene para hacerlos llegar a la
sociedad.
Los tres elementos son determinantes y de ellos depende la capacidad de
incidencia en la contienda electoral.
Si nos atenemos a la situación que hemos vivido en Castellón durante los
últimos tiempos, de estos tres elementos definitorios es quizá el último en el
que con mayor frecuencia se han vertido las voces críticas, tanto desde la
sociedad como entre la propia militancia. Parece que todo se reducía a “no
saber vender el producto”. Se dejaban en un segundo cámodo plano la calidad del
líder y las propuestas y contenidos que se ofertaban.
En las últimas elecciones municipales nos presentamos a la sociedad de
Castellón con un líder nuevo, que generaba simpatía y afección, que era tildado
de honesto y capaz de llevar adelante un programa atractivo y renovador, al
estilo de los nuevos modos que desde Madrid nos venían.
También fuimos capaces, con mejor o peor fortuna, de elaborar unas propuestas
programáticas acordes con el nuevo impulso que queríamos darle a esta nueva
etapa. Y lo que fue más oportuno y positivo: se generaron en los meses previos
a la campaña electoral y en ella misma nuevas dinámicas de trabajo que nada
tenían que ver con la actividad que venía desarrollando el Partido.
Y todo este proceso se sobrellevó en armonía/conflicto con los modos y
actitudes prevalentes en la Agrupación Local, los cuales nos han llevado, como
todos conocemos, a tres situaciones denostadas:
A la inacción política de una buena parte de la militancia
A la creación de un clima poco agradable de convivencia
Al reiterado fracaso electoral
Apostábamos porque este nuevo impulso generado en la contienda electoral
municipal pudiera servir de palanca motriz de una nueva etapa de los
socialistas de Castellón que superara poco a poco experiencias pasadas. De
hecho, la seguridad que teníamos en el triunfo electoral nos permitía augurar
un plus de liderazgo suficiente que impregnara la regeneración del partido a
nivel local.
No fue así, y con el nuevo fracaso – una dulce derrota en este caso –
nuevamente vimos el peligro de caer en la melancolía política, el sentimiento
colectivo de estar codenados a no poder retomar el vuelo.
Ha pasado un año y, lejos de observar resquicios para emprender nuevos modos
que enmienden viejos errores, el debate interno que conlleva un periodo
congresual, del Federal primero y el actual de País, ha sido sutituído y
degenerado, desde la óptica de la militancia y de la sociedad, en una contienda
entre personas – precandidatos/as – que aglutinan facciones. Y hemos constatado
una vez más que, más allá del posicionamiento político, es el mordisco a la
yugular y el enconamiento lo que ha prevalecido las más de las veces en las
asambleas, mientras la acción política en la Agrupación y el trabajo ejecutivo
se han deteriorado aún más si cabe.
Sólo el equipo municipal, parapetado en el cubículo del Ayuntamiento, ha sabido
mantener el pulso político, a la vez que ha ejercido de manera eficaz su
cometido.
El Congreso Federal no nos ha aportado líneas de solución, pues todo se ha
dejado a lo que concluya el Congreso de País. Me temo que tampoco hemos de
esperar de éste nuevos salvadores. Esperemos solamente que, tanto si es el
candidato de nuestra provincia, nuestro querido Ximo Puig, el que al final
arrostre la Secretaría General, como si es otro/a, los movimientos, alardes y posicionamientos
que el precongreso ha producido no obstaculice el tranquilo debate, la
emergencia de un nuevo liderazgo con los acuerdos estables que nuestra
Agrupación necesita.
No esperemos que ningún grupo apostillado con un “ismo” o un “anti-ismo” tome
la responsabilidad de la dirección local: sería nuevamente nefasto. Solamente
los militantes con nombre y apellidos, por su valía personal y política, más
allá de su filiación real o imaginada, tienen la clave de lo que debe hacerse
para sacar adelante nuestro Partido. Más ahora con el nuevo modelo organizativo
que vamos a estrenar.
También sería un despropósito que el único caudal político que tenemos
actualmente, el equipo municipal, no participara activamente en este proceso,
aunque peor aún sería si se pretendiera hacer en contra de dicho grupo.
Retomando el municipalismo como eje vertebrador y el liderazgo de los
militantes que ahora lo encarnan, podremos, como muchas dosis de generosidad,
de lealtad y ganas de trabajo, iniciar el camino hacia el éxito que, sin duda,
tendremos dentro de tres años en la próxima cita con la sociedad castellonense.
Si es imprescindible regenerar la acción política en la ciudad, no lo es menos
definir correctamente el liderazgo que, de una vez por todas, se va a implantar
en nuestro Partido dando a la provincia la sigularidad política necesaria. Y en
este nuevo frente que se entrecruza, de nuevo los 'istas' y los 'ismos' cobran
protagonismo, no como plataformas ideológicas o estratégicas, sino como
referentes de luchas de facción.
El proceso que está viviendo el Partido es, sin duda, el de más calado de los
últimos años. Un proceso necesario después de una trayectoria que nos ha
llevado a una situación de ahogo. El liderazgo del país, de la provincia y de
la ciudad están en juego como piezas interconexionadas de un puzle, lo que
añade trascendencia a cualquier decisión que se tome individual o
colectivamente. Es más, dada la escasa capacidad de influencia cuantitativa que
representa la provincia en la representación de País, la posición que ha tomado
el Partido en su asamblea local debe tener una enorme repercusión para su
próximo futuro.
En el plano provincial ocurre otro tanto: Calles frente a Colomer. Calles,
representante de una corriente llamada 'municipalista', surgida de lo que era
el frente 'sevillista'; Colomer, como referente del 'lermismo' provincial, del
viejo y del nuevo. Y en este baile de máscaras, hay que ver cómo se emparejan
algunos conocidos.
Quizá ése es el gran problema: que cualquier propuesta de liderazgo, al margen
de su bondad y proyección política, debe contar con afiliados con mucho camino
recorrido que se apuntan a cualquiera de ellas para continuar medrando, sin
reconocer que su tiempo ha pasado, que no pueden ser parte de la solución y sí
mucha parte del problema. Si esto continúa así, seguiremos enfangados en los
mismos lodos de siempre, dándose la paradoja que tanto la derecha como de esas
burocracias orgánicas que apuntábamos antes serán los únicos beneficiados.
De una vez por todas, y a las puertas del Congreso, una vez celebradas las
asambleas y posicionados los militantes, es hora de que los líderes se pongan a
trabajar para el consenso, bajo la batuta de la organización federal. Apostaría
por una nueva ejecutiva de País que aupara a Alarte como líder y que integrara
a los otros pretendientes: Ximo, Romeu, Ana, Ábalos... Y que definitivamente el
bagaje de liderazgo que Ximo ha conseguido en este período le consolide como
líder provincial del partido con su tándem Colomer.
En cuanto al liderazgo local, bueno sería que la actual mayoría (escasa y
variopinta, pero mayoría) que actualmente se ha ido forjado en torno al sector
vinculado al municipalismo, se consolide y se amplíe, porque no nos sirve un
liderazgo que surja de la mitad más uno de la asamblea. Será necesario tender
manos y dejar a un lado incomprensiones y recelos. Será también necesario ser
contundentes en la exigencia de nuevos modos de convivir, dando al mismo tiempo
oportunidades a todos los que estén dispuestos a trabajar por el Partido.
Actuar con inteligencia y cuidar el lenguaje: que no nos pierdan los discursos.
La defensa de proyectos no necesita de ataques velados o expresos al otro.
Habrá que apuntar a la valía de las personas más que a las cuotas de facción. Y
encontrar un nuevo líder local, pues los viejos no nos sirven. Un liderazgo que
debe sustentar, refrendar y fortalecer la acción política del equipo municipal.
Muchos afiliados que han ido dejando por el camino su militancia, y un amplio
sector de nuestra sociedad – lo que es más importante - están esperando que el
Partido les ofrezca un nuevo marco de acción, un nuevo proyecto que permita
pasar página y trabajar para que en las próximas elecciones municipales se
ponga fin a uno de los periodos políticos más negros de Castellón.
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