En
Castellón de la Plana – ciudad plana donde las haya – el sueño de que la bici
sea un medio habitual de desplazamiento para una buena parte de su población
es, hoy por hoy, una quimera, por mucho plan biciCas y otras mandangas que nos
quieran vender.
Es una quimera por dos razones: una, porque dista tanto de hacerse realidad que
sigue siendo un imposible, un mero constructo utópico. Las bicis son sólo para
el verano, cuando estamos de vacaciones y lejos de la ciudad.
La otra razón es porque quienes deciden qué hacer para conseguir tan apreciado
objetivo parece que están afectados de quimerismo, ese extraño trastorno
genético que se manifiesta como si dos personas diferentes actuaran en una
misma corporeidad, con distintos ADNs . Las actuaciones coherentes se mezclan
armoniosamente con chapuzas monumentales.
A los hechos nos remitimos. Es cierto que los nuevos bulevares y rondas se
ejecutan con una planificación adecuada, incluyendo el carril bici para uso de
peatones y bicicletas debidamente diferenciado. Pero como están situados en los
extrarradios y no se conectan con carriles urbanos su uso para el
desplazamiento diario es prácticamente nulo.
¿Qué sucede en el caso urbano? Superada la sublime ocurrencia de la
'raya-bici', es decir, echados a la basura unos cuantos miles de euros, se pasó
a otro plan – llamémosle estrambote – consistente en pintar una bicicleta
blanca en los semáforos. De un plumazo el diseñador quimérico convirtió todas
las calles de la ciudad en viales de doble uso, para vehículos a motor y para
los no motorizados, con la particularidad de que en las paradas semafóricas
estos últimos tienen preferencia. Aún no hemos visto a ningún ciclista ejercer
tal derecho. ¿Por qué será?
En cuento al programa estrella del biciCas hemos de decir que es un buen
intento, pero se queda en nada si sólo se trata de una actuación aislada,
pensada más como reclamo publicitario (recuérdese aquella foto de los
concejales en bici por la plaza Mayor) que como un apéndice de un plan
estructurado y de mayor calado, lo que significa establecer una red de viales
de uso preferente o con carril diferenciado, zonas de aparcamiento de bicis
seguras, fundamentalmente en los centros educativos, y un programa de
divulgación y de incentivación, con atención especial a los jóvenes
estudiantes. En fin, una quimera.
Por eso la estadística de su uso es tan pobre: una utilización media diaria del
60% de las 196 bicicletas puestas teóricamente en servicio para una población
de 180 000 habitantes, es decir, una bicicleta por cada 1500, o lo que es lo
mismo, una bicicleta por kilómetro cuadrado. Como una especie en peligro de
extinción.
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