Llega,
con el 23 de abril, la fiesta del libro, otra conmemoración más de este mes
salpicado de citas. Fiesta de la lectura, de la literatura, de la cultura.
Fiesta, también, para pararnos a pensar porqué nuestros jóvenes fracasan en la
comprensión y en la elaboración de textos, elementos sustantivos del aprendizaje.
También, al hilo de esta evidencia, denunciar lo poco que parece que le importa
a la administración educativa de la Generalitat.
Con la fiesta del libro, que es también la de Sant Jordi, algunos regalan
rosas, otros regalan libros. En Castilla, recordando la sublevación de los
comuneros contra el despotismo centralista, en este día de Villalar regalan
sólo mítines y manifiestos.
Nosotros nos decantamos por los libros. Libros escogidos que delatan al que
regala si se lo acierta al obsequiado. Pero como no nos queremos delatar, vamos
a señalar a cada una de las personas señaladas aquel libro que no le
regalaríamos, aunque nos lo pidiese.
Al señor Camps el libro ungido con el índice inquisitorial que nunca le
recomendaríamos se titula Cuentos de Hadas, de los hermanos Grimm, porque
pasando hojas llegaría al legendario “El sastrecillo valiente”, aquel que supo
con maña y astucia deshacerse de feroces gigantes.
El señor Font de Mora tiene por nuestra parte prohibido acercarse al gran éxito
de Stevenson “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hide”. Esos psicodélicos
desdoblamientos de la personalidad, esas alucinógenas propuestas del inglés y
del chino pueden resultar catastróficas en una persona de tan arraigadas
vivencias.
Nuestro superconcejal Moliner tiene encerrado a cal y canto aquel libro del
Conde Lucanor que narraba el cuento de “El rey desnudo”, por las razones que
apuntábamos en un anterior spot y que continúan vigentes: a estas alturas él es
el único que cree que va vestido.
Al señor alcalde nunca le regalaremos la novela policíaca de Kellerman titulada
“Desaparecido”, pues puede pensar que, aunque es una novela de mucha acción,
como la que él tiene entre Castellón y Valencia, estamos diciéndole con
segundas que no está ni aquí ni allá.
Pueden adivinar fácilmente el libro que no le podemos mentar a don Carlos, y
quizá no se equivoquen si piensan que su autor es el italiano Puzzo. Pero va a
ser inútil, porque don Carlos no lee ni ése, ni ninguno, que a él no le va la
literatura, que eso es para personas ociosas y él tiene mucho trasiego por
delante. Así que no vamos a restringírselo, no sea, por otra parte, que le dé
por leerlo y aprenda lo que aún no sabe de ese negocio.
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