Hoy, como ayer, me viene a visitar el
olvido
todo caricias de fresa y engaño
y le abro la puerta lateral, la
reservada
sin testigos ni acuciantes besamanos.
Entra.
Lo conozco, somos amigos.
Antes tenía nombre
supongo que aún lo tendrá.
Evita la mirada, aunque veo sus ojos
de plastilina azul que hielan la luz de
la alcoba.
Del resto, mejor no hablar:
para qué insistir en la confusión
de verdades contraveneno,
en la arañada lámina de besos
que yacen bajo la manta,
en la exprimida escarcha de momentos
trampa.
Dicho esto, sin saludar
se
a
le
ja
entre
la niebla.
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