viernes, 6 de marzo de 2009

EL REY DESNUDO

El rey se paseaba impúdicamente desnudo mientras sus vasallos – que para eso eran 'sus' vasallos – y él mismo, admiraban el primor y buena hechura de su especialísimo traje hecho con tal paño que sólo podían verlo aquellos que estuvieran seguros de ser hijos de su padre. El paño lo habían fabricado unos pícaros que supieron ofrecer al rey tamaño engaño y que él aceptó, porque veía en tal alarde un claro beneficio: saber, efectivamente, quién era quién en cuanto a padre se refiere.

Todos, creyendo perder la honra a ojos de los demás, permanecían callados en su presencia sin atreverse a descubrir su secreto. Hasta que un humilde paria, sin prejuicio alguno, le dijo las verdades del barquero, lo cual animó a otros, y así, perdiendo el miedo, se descubrió la farsa.

De esta manera narraba Petronio este cuento al Conde Lucanor en el clásico libro del Infante don Juan Manuel para aconsejarle como moraleja en quién debía confiar y en quién no.

El cuento viene a cuento con lo que está pasando en Castellón a propósito del traje a medida que hizo el PP con el PGOU y la sentencia de anulación que sobre él ha dictado el Tribunal Supremo.
El señor Moliner, a sabiendas o no, se pasea por el Consell de Participación Ciudadana más desnudo de verdades que el propio rey en cueros, predicando las bondades del traje. Tal es su empecinamiento que, dice, va a seguir llevándolo majestuosamente. Su vanidad se lo exigía.

Sus vasallos del Consejo, que son muchos y bien colocados, aplauden su desnudez, pues no se atreven a decirle lo que todo el mundo ve: que va en bolas, que el traje es de mentira, que el plan está anulado, que debe dejarse de engaños y ponerse el traje de faena.

Solamente una voz, humilde pero firme, sin nada que perder, la de la joven concejala Sofía, fue capaz de mentarle aquello de “o yo estoy ciega o usted va desnudo” que dice el cuento.

Esperemos, como en el cuento, que poco a poco se vaya descubriendo la verdad, a ver si el señor Moliner se da cuenta que con el engaño, al final, sólo se engaña a sí mismo.

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