Jugando
con el absurdo y el esperpento, los hermanos Marx lograban mantener un endiablado
ritmo en la acción haciendo que Harpo, el mudo, en ciertos momentos y sin venir
a cuento entrara en escena e hiciera sonar su estruendosa bocina.
Este bocinazo paranoico sólo es posible imaginarlo de la mano de estos genios
de la comedia, y cualquier imitación puede resultar infantil e incluso mema.
Nuestro inefable conseller Font de Mora, que quiere a toda costa pasar a los
anales de la historia de la educación – y a fe mía que lo va a conseguir -, se
ha puesto una carnavalesca peluca rizada y ha soltado su particular bocinazo,
con el fin de distraer la atención del personal, a ver si se olvida, aunque sea
momentáneamente, de las embestidas judiciales por las que está pasando el PP
valenciano, con Camps a la cabeza, con motivo de la investigación de la trama
de corrupción política.
Lo cierto es que el personal, cual espectador en un circo de tres pistas, no
sabe dónde mirar: si a Madrid, a Valencia o a Castellón, que en todas hay
espectáculo, para que venga este imitador marxiano (que me perdone, pero no lo
he podido evitar) diciéndonos que después de la movida de Educación para la
Ciudadanía en inglés ahora le toca el turno al chino mandarín como asignatura
optativa.
La gente no le ha hecho ni caso, pero - ¡cuidado! - es muy posible que el año
próximo veamos por los centros (públicos, se entiende) a alguien que por un
euro nos quiera vender algún curso.
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