Recientemente nos está bombardeando el Ayuntamiento
con cifras estadísticas sobre los usuarios de todo tipo de servicios y
programas, cuya fiabilidad sólo se admite aceptando la bondad de la fuente.
Bien es cierto que alguna de ellas, como la que dio el señor Soler sobre las
personas que habían utilizado el trolebús a unas semanas de su puesta en
funcionamiento, viéndolo constantemente vacío, hacen sospechar que algunas de
estas otras pueden también estar hinchadas. Démoslas globalmente por buenas y
congratulémonos por este incremento de los servicios ciudadanos.
Sabemos, sin
embargo, la tendencia malsana que existe en la interpretación sesgada de las
cifras estadísticas, no sólo para destacar lo que nos es favorable y velar lo
que nos incomoda, sino para tergiversar intencionadamente las conclusiones.
El ejemplo concreto
lo tenemos en una reciente información que ha dado la Conselleria de Educación
sobre el incremento en los últimos doce años en la provincia de Castellón del
alumnado que se escolariza en los niveles obligatorios de Educación Infantil,
Primaria y Secundaria en valenciano, lo que en términos técnicos se denomina
programas PEV (enseñanza en valenciano) frente a los programas PIP (de
incorporación progresiva). Las cifras son elocuentes: globalmente, se ha
multiplicado por 2,8, pasando de 15.331 a 43.383, aunque se omite el porcentaje
que representa sobre el total de la población escolarizada, la cual,
indudablemente, también ha sufrido un incremento considerable.
Lo que ya es más
sopechoso es la valoración que de ello hacen los responsables políticos y,
especialmente uno de ellos, sobradamente conocido en Castellón, el señor Baila
– aún tiene pendiente una causa judicial por presunto delito de prevaricación
-. Dicen que estos datos son muestra de la apuesta firme por la enseñanza en
valenciano y apunta el señor Baila que el objetivo es que los alumnos dominen
el valenciano, “una de nuestras señas de identidad”. Hasta ahora, poco se ha
visto que vaya en tal dirección programática.
Si analizamos los
incrementos por etapas educativas la cuestión se nos hace más clara: en la
etapa básica de Infantil y Primaria, el alumnado matriculado en valenciano se
ha multiplicado por 2,3, pasando de cerca de 14.000 a poco más de 31.000. Pero
cuando este alumnado pasa a la etapa de Educación Secundaria, la matrícula en
el programa de enseñanza en valenciano se ha multiplicado por 8, pasando de
poco más de 1.500 a más de 12.000. Éste sí que es un incremento muy sustancial
y no explicado.
No entremos en
valorar el aumento de la escolarización en valenciano en la etapa básica,
aunque habría que referenciar y valorar la escolarización en valenciano de una
importantísima población de alumnado inmigrante, lo que ha ayudado sin duda a
engrosar el incremento. Pero una de las razones que explican y esconde el
desaforado aumento en la etapa Secundaria, en el paso del alumnado de 6º de
Primaria a 1º de la ESO, está ligado a la percepción real que tienen los padres
de lo que sucede en muchos grupos de enseñanza en castellano de la ESO, donde
se concentra la mayoría del alumnado con problemas de aprendizaje y de
disciplina, frente a los grupos PEV, donde el clima educativo y las actitudes
son mucho más favorables para el estudio.
De todos es sabido,
y cada vez está más extendido, que padres conscientes de la importancia de la
educación y que valoran muy positivamente el valenciano matriculan a sus hijos
en castellano cuando van a cursar los niveles de Infantil y Primaria, pero se
pasan a la enseñanza en valenciano cuando matriculan a sus hijos en el
Instituto. Razones no les faltan, pero dice muy poco en favor de la educación
que se imparte en nuestros centros.
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