“Señor Colomer, ¿pregunta?. No tiene el uso de la
palabra.
Señores, ¿alguna
otra pregunta? Se levanta la sesión.
¡Qué hijo de p...!”
Con esta soez frase
pronunciada por su Presidente acabó el pleno de la Diputación. No quedará
recogida en el acta porque la sesión concluye instantes antes, pero está
perfectamente grabada y difundida en internet, junto con la intervención
completa de la persona a la que iba dirigido el insulto. Si alguien está
interesado puede acceder a ella en la dirección
http://es.youtube.com/watch?v=ewaJaz50gXs
¿Por qué el
insulto? Porque el portavoz de la oposición había defendido una moción para que
la Diputación instara a la Administración de Justicia a poner los medios
necesarios que permitan concluir los diversos procesos seguidos contra el
Presidente y, de una vez por todas, se deje a la institución libre de la
afrenta que supone estar presidida por un hombre imputado de tantos presuntos
delitos.
La cuestión, como
todo el mundo puede entender, no es un asunto privado, pues afecta a un alto
representante público de toda la provincia y a un destacado dirigente
político.No existe en España otra institución que esté sometida a semejante
situación y durante tanto tiempo. Es tal su gravedad, y son tantos los
presuntos delitos de los que está imputado, que se requiere conocer la verdad
y, como defiende el imputado, saber que todo es un cúmulo de falsedades.
El “¡qué hijo de
p...!” tiene, cómo no, una clara intención ofensiva, pero deja entrever un
respingo de admiración, como si quisiera decir, siguiendo con el lenguaje
barriobajero “¡cómo me la ha metido!”, acusando el golpe, y esto, en la
dialéctica política, tiene su importancia. El señor Fabra sabe que tarde o
temprano la justicia hablará y no habrá “manta política”, como dice el señor
Colomer, que pueda taparlo.
Lo triste de todo
esto es, por otra parte, que no afecta solamente a una persona pública. Hay una
camarilla alrededor tan pringada ética y políticamente como él. Nada más hay
que observar las actitudes, risotadas y comentarios del señor Martínez y del
señor Aparici con que acompañan las palabras del Presidente. Y al margen del
trapicheo político, en el plano puramente personal, siendo como son personas
como las demás, con familia, con hijos e hijas, me pregunto si no se habrán
parado alguna vez a pensar si creen que se sienten íntimamente orgullosos de
sus padres.
¿Cómo puede ofender
tal insulto? Sólo ensucia la boca de quien lo pronuncia.
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