Seguimos
con nuestro particular curso, ofreciendo en esta entrega estos nuevos vocablos:
“Mojarse”. Se trata de una actitud
poco habitual de los políticos, que prefieren nadar entre dos aguas, no
comprometerse o salir por los cerros de Úbeda ante cualquier cuestión
conflictiva. En cualquier declaración ante los medios, suele ser requerido para
obtener un titular, con la resistencia del entrevistado. No obstante, al final
y si mucho se insiste, puede utilizarse como un recurso para quedar airoso,
diciendo aquello de: “si hay que mojarse, me mojo”. Entonces el político “se
moja” proclamando, si puede, lo mismo que ya había dicho, pero más enfáticamente
y con otras palabras.
Un ejemplo reciente de tal comportamiento fueron unas declaraciones de Rajoy
que sirvieron de titular de prensa: ”Rajoy no se moja sobre posibles dimisiones
en el PP: "Depende de quién y por qué se les acuse"
No hay que confundir este reflexivo con el infinitivo “mojar”, cuyo significado
tiene que ver con la recepción bajo mano de porcentajes, regalos, vestuario o
cualquier beneficio ilícito asociado a la corrupción de las prácticas
políticas.
“Obsceno”. Calificativo de amplio
espectro, que demuestra las dos varas de medir de quien más lo utiliza cuando
se refiere a acciones de los oponentes políticos. Era obsceno – así lo repitió
la Secretaria General del PP - que el ministro no dimitiera por participar en
una montería de jueces y fiscales, pero no lo es permitir que en su partido
abunden las cacerías, tanto de los adversarios a base de redes de espías, como
las derivadas de la corrupción, parando el cazo. En todo caso el calificativo
debe dejarse al juicio de terceros para responder a la pregunta: ¿Es obsceno
que Fabra siga siendo el presidente de la Diputación?
“Poner la mano en el fuego”. Para no
quemarse, se entiende. Es un gesto de confianza extrema en el compañero/a de
filas, acosado por fundadas sospechas de actividades poco lícitas o por
imputaciones judiciales en toda regla. Fabra pone la mano en el fuego por
Camps; Rajoy no la pone por Esperanza, ni por nadie a estas alturas. Se trata,
en definitiva, de una frase retórica de muy poco valor, y que iguala al que
pone la mano con el ungido.
Próxima entrega:
“La que está cayendo”
“Paripé”
“Pirula”
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