Que el Partido Popular sea tan radicalmente
beligerante contra la asignatura Eucación para la Ciudadanía por planteamientos
ideológicos es sólo una verdad a medias; más bien puede pensarse que su
estrategia responde prioritariamente a elementales razones electorales.
Aunque ahonda sus raíces ideológicas en principios que sostiene la democracia
cristiana, y aunque en sus filas haya dirigentes de origen y praxis del
nacional-catolicismo, presume su ideario político de estar sustentado en una
ética laica, que entronca con las viejas ideas ilustradas (ése era su canto al
centrismo). Ideas, principios y valores en los que se fundamentan los objetivos
y contenidos curriculares de esta asignatura. Nadie en el PP se ha postulado
contrario a los preceptos constitucionales y a los derechos humanos.
Por el contrario, la Iglesia Católica, que siempre ha pretendido universalizar
su particular moral religiosa, creyéndose que todo el monte es orégano, que
necesita del Estado para que le suministre y disponga los bancos de peces en
los que cargar sus redes de adeptos, su enfrentamiento contra la asignatura sí
es, precisamente, de tipo ideológico. No puede admitir que el sistema educativo
incluya una asignatura que choca frontalmente con su ideario ético, el cual es
sistemáticamente inculcado en sus centros apoyándose en el cínico argumento de
la libertad de enseñanza. Su objetivo, en esta confrontación, es que su estatus
de privilegio no quede mermado, más ahora que ve cómo en nuestra sociedad
proliferan multitud de grupos religiosos protestantes, ortodoxos y musulmanes.
Pero el PP, en esta frenética actividad de pesca, sabe que su vivero de votos
se concentra alrededor de los centros educativos religiosos. Y por ello no duda
en alinearse con la Iglesia Católica para, en comunidad de intereses, sacar
provecho partidista.
Aquí radica la maldad del planteamiento, al utilizar la educación de nuestros
jóvenes como arma electoral. Y con retorcimiento, pues para ello se atreve a
sostener que esta asignatura la ha implantado el gobierno para formar futuros
socialistas (¡Qué fácil le sería a un partido político ganar elecciones!).
En nuestra Comunidad esta maldad se reviste de algo peor, que raya en el
cretinismo político, cuando se intenta maquillar con la cuestión del inglés y
del trilingüismo. No sé si fue mister Frank Countries, our President (así se le
va conociendo en los círculos docentes) o mister Fountain of Blackberry, como
jocosamente y sin ninguna vergüenza se autodenomina el susodicho, el ocurrente
de semejante desatino, pero los dos, desde ese primer alumbramiento del
esperpento, están rivalizando día a día para ver quién llega más alto en su
particular ranking de necedades, con sus manifestaciones, sus amenazas y sus
resoluciones.
Al final, no sabremos si todo esto es producto de la perversidad o del
cretinismo; pero yo, puestos a elegir, prefiero ser gobernado por un malvado
inteligente que por un buenazo simplón. Claro que la combinación de los dos es
peligrosísima.
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