He dicho adiós a la diosa.
La talló la ley natural por decreto
de la autoridad humana. O eso se dice.
Nadie le habla a la piedra.
¿Nadie?
La veo todos los días en la amanecida:
mejillas tersas
rígida
estática
atemporal
pétrea
femenina
portando sin gestos de fatiga
en su brazo diestro extendido
a la vista
de todos
la balanza decisiva
para medir bondades y maldades
culpas y penas.
Siniestramente con cierto disimulo
empuña el arma ejecutora
capaz de herir y matar
sin inmutarse.
No veo el color de sus ojos vendados.
Sé que tiene doble vida
emparentada con los jekill-hyde.
Por la noche cambia de sexo,
se destapa el ojo derecho para ver
cómo duerme el poderoso,
manipula el fiel de la balanza y
coloca monedas de plata en el doble
fondo
del platillo meritorio.Adiós, muñeca, adiós.
No hay comentarios:
Publicar un comentario