Va a continuar el instante pegajoso
cuando ya todo se ha extinguido
en la casa del letargo y
la memoria de ayer sin prisa vertical,
con sus pasillos intransitables
y las esperas de traje gris y corbata
negra.
Mirabas absorto el perfil del acantilado
calle
pálidos transeúntes abandonados
al espasmo en sentido contrario
viniendo en el justo momento
de la lágrima fácil y patrias de aquí.
Nada ha servido para detener la invasión
del vértigo gratuito
y el cajero automático acomoda la tarde.
Así, la sofocante mano temblorosa
funde la dorada espera, acaricia la
aguja minutera
y se detiene justo a las puertas de otro paraíso de
ficción.
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