El
cielo de la tarde se cuela inocente
entre la
vida recobrada
jóvenes
geometrías sintónicas
en la
sutil cuna del paisaje sin contrapartidas.
Un poco
más allá
las voces
sin voz
melodías
sincopadas de autores anónimos
escapándose
del origen pegajoso
el
mismo de allí donde ayer y antes.
Un poco
más acá
el todo
de la nada
las
respiraciones tibias de la ciudad compartida:
la pelota de plástico que viene y va
los diminutos auriculares de la
joven ausente
la gorra sin remedio del bebedor de
cerveza
la sucia paloma que husmea indecisa
la correa que arrastra a un pequinés
con flequillo
el trapo de la mujer acariciando la
mesa del bar.
Y un
poco más cerca, aquí mismo
el que
quiere escribir unos versos
sin
apenas entusiasmo
sobre
este día alargado
que se va yendo
despacio.
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