Él está ahí, ni lejos ni cerca:
ahí.
Ha venido para quedarse, sin detenerse
a arrancar el ojo distraído
sin billete de regreso en el cubil
desguarnecido.
Viene arropado de cosas y quimeras
como ayer, como en el tiempo de mezcla
que anula la luz y la sombra
de la cortina rasgada
la ventana obturada
el cerrojo echado
Contra toda razón, domina el clavo
de cabeza plana y aguijón venenoso.
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