Definitivamente, no puedo.
Ni de mí mismo
la boca llena de sucia tierra
cierto hervor de párpado viejo
fisgoneando el cuerpo girado de hombre o
mujer
hendiduras y apéndices de riguroso luto.
No puedo.
Ni del salvaje hueco de la soledad
habitada
panteones de miradas abúlicas
tumbas-colmena de zánganos sin nombre.
Ni de los dioses barrigones
diógenes esculpidos con podrida basura
cristos cartón piedra de mirada oblicua.
Ni de la estupidez plasmática
de las cuatro y diez
fantasías en polvo blanqueado y sangre
caducada.
Ni de las ninfas de botas abrochadas
y culos de nieve
que ofrecen flores secas y ojos de
cristal
en cada esquina de los vía crucis
urbanos.
Imposible:
Lo intento, créeme, pero se queda
en mueca
vómito
huida
temblor
tristeza
infinita.
No es país
para la mona risa.
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