A pesar de la importante y costosa labor de maquillaje
modernizador que el señor Pérez Macián, concejal de Hacienda, ha querido dar a
la gestión municipal, los resultados indican que hace aguas por los cuatro
costados. Parece que no es justo cargar la responsabilidad del desastre en el
trabajo de los empleados públicos, pero no son pocas las voces autorizadas que
muestran su preocupación, desde algunos años, por las importantes deficiencias
organizativas y funcionales de la administración municipal, un mastodonte
cargado de atávicos vicios. Y de esto, también ciertos altos funcionarios
tienen algo que decir, aunque son los responsables políticos quienes deben
asumir sus pifias y actuar en consecuencia.
Basta con repasar algunas de las noticias aparecidas en las últimas semanas
para darse cuenta de la deriva: varapalo del PAI Mestrets, indemnizaciones
millonarias por abusos urbanísticos, endeudamiento escalofriante, incapacidad
en el planeamiento de proyectos, ineficacia en el cobro de tasas, lentitud
pasmosa en el pago de acreedores...
Es indudable que el actual equipo de gobierno está desbordado, que le viene
grande la gran ciudad, que está atrapado en sus propios errores, consecuencia
de su desmesurada prepotencia y falta de eficacia. Y es indudable también que
la culpa de esta situación no hay que buscarla más allá de los muros del
Ayuntamiento.
La arrogancia que muestran ante los problemas acumulados no sirve para
resolverlos, y sólo añade crispación y alejamiento de la realidad. La huida
hacia delante, la negación de la evidencia, la publicidad vacua, las palabras
gruesas, el ninguneo o la humillación del oponente son elementos que configuran
esa arrogancia inútil.
Pérez Macián sabe mucho de esa práctica arrogante de la que hablamos, que
seguramente se ha desvanecido cuando el juez ha dictaminado el embargo de parte
del sueldo del concejal por no haber satisfecho reiteradamente los pagos
fijados por el Juzgado de Familia. El juez no se fía del concejal, pues tiene
pruebas sobradas para ello. Siendo como es el concejal de Hacienda, ¿qué
crédito político le queda?
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