—¡A remar, a remar!
¡Siempre remando, ése es mi lema!—
le dijo el galeote al quijano
manos y pies encadenados
atado a la cuerda de presos.
—¿Y si te libero?—
le respondió el
loco.
—¿Eres tú más libre
prisionero de tus ideas?
¿Adónde iré sin mi remo?—
le
espetó el condenado con desprecio.
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