La pluma
arrastra
la mano para emborronar alientos
oscuras
voces que golpean la boca cerrada
y la
lengua mordida en cobres y tardanzas.
La mano
ajusta
el perfil lacónico cabalgador sin traza
fedora
de paño inglés en el viejo letargo
ladeando
la mimética cabeza trasnochada.
La
cabeza
escupe
el temblor de un recuerdo oculto
nacido
en la mudanza de la vida previsible
paréntesis
con esporas en el agua duplicada y sucia.
El
temblor
enciende
la pluma depositada en la curva alada del verbo
prolongado
tantas veces como devorado otras
por el astro deudor cero
y uno para el todo y la nada.
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