Camaleón
En el tiempo sin horas de la noche
se licúa la verdad, la que no es mía,
y diluyo en el vaso del adentro
el teatro melodioso, paisaje de estación locura.
Las víctimas, siempre víctimas,
asisten invocando sus adioses,
mareas de dolor, reflujos en espanto,
y lamen insistentes mi frente encallecida.
Las percibo intuyendo el verso, me reclaman
palabras de espuma entre algodones;
mas mi sueño las desplaza, las engulle,
las reviste con túnica y coturnos, invitándolas al juego de la farsa.
Luego, la danza es rito,
el
rito es paso,
el
paso es humo.
Cuando los reflejos del amanecer colman
el estanque gris de la soledad agradecida,
nuevamente recluido en mi emboscada,
arrobado de diezmos bien pagados,
cierro el círculo de la conciencia vana
y el reptil renueva su textura.
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