Ha sido un honor participar como miembro del Jurado en la modalidad de Narrativa Juvenil de los Premios Literarios Ciudad de Benicarló. Enhorabuena a los premiados, especialmente a Vicent Sanhermelando, autor de la obra 'El ball dels alacrans', ganadora de esta modalidad. La disfrutaremos publicada por Onada Edicions.
Coche siete estancia rota
en el curvo circular de respiraciones detenidas
cuando la línea rechaza la razón materna
cuando la puerta automática impide el paso.
Voy palpando huellas sin poder digerir cada explicación
pulsada en la agenda del conflicto
titubeo del instante malogrado
y presiento
rezos murmurados clamando vida
mendigando pan de quienes miran el exterior
con los ojos cerrados.
Coche siete bienvenido a bordo
sigue la pupila fija en la luna transparente
del escaparate colectivo
esperando el momento tantas veces huido
tantas veces desahuciado
como otras tantas no vivido.
Coche siete sigue el viaje
no mi trayecto.
Allí, lejos, quedaron los del oriente maldito
ojos rasgados, piel de ceniza, dioses caducos
cuando por fin pude apreciar mi sumiso acomodo
tras la conquista del oeste.
Nunca sospeché cuánto caudal agresivo adobado con piropos
se llega a acumular por un puñado de dólares, o de rublos,
en metálico, cibernéticos, en líquido petrolífero o en benéfico gas
en este mundo occidental occipital tan nuestro.
Una vida de película cuando se apagan las luces,
sentado plácidamente con las espaldas cubiertas,
creyéndome defendido por los siete magníficos,
los treinta, y los que vengan,
para dejar al forajido fuera de la ley.
Sí, ya lo sé, me lo ha dicho un refugiado desencadenado,
o que persigue la vida, cada uno con su destino,
solo ante el peligro o acompañado,
sabiendo que el bueno, el feo y el malo,
el mío, el nuestro, el de ellos,
tiene caras cambiantes, a veces disimuladas
con máscaras carnavaleras.
Pero amanece un día y alguien –hasta que llegó su hora, dicen–
reclama lo que el viento se llevó
y busca con desespero la pólvora y la gloria.
Escondidos al escuchar los tambores de guerra
ven cómo la muerte tenía un precio fijado.
Cuántos huyen perseguidos, con la muerte en los talones,
volviendo la vista atrás para contemplar
el discurso rancio del malvado.
Si no hubiera tanto horror alguien diría
que solo le faltan las palomitas envenenadas.
Sí, puedes asegurarlo, ha vuelto, un nuevo führer
desalmado, aunque vista de comediante.
Enciendan la luz, por favor; ¿no ven que ya se ha borrado el punto límite?
Maldita guerra, malditos bastardos, nunca los perdonaré.
Sin perdón.